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Reescribiendo historias violentas en un país afectado por la hostilidad

Reescribiendo historias violentas en un país afectado por la hostilidad

“La inteligencia consiste no sólo en el conocimiento, sino también en la destreza de aplicar los conocimientos a la práctica.”

Aristóteles, filósofo griego, 384-322 a.C.

Vivir en México y pensar en no ser tocado nunca por la violencia parece tan inocente como desear cruzar un río a pie sin mojarse. Situada en el ranking de la mayoría de las estadísticas, entre las que por citar solo algunas se encuentran: primer lugar en países miembros de la OCDE (2023) en abuso sexual de menores, pornografía infantil, violencia física y homicidio de menores; noveno país con mayor taza de asesinatos en el continente americano de acuerdo con la UNODC (2022), país donde 7 de cada 10 mujeres experimentarán violencia a lo largo de su vida ENDIREH (2021), etc.

Considerando estos y otros datos a los que se suman las problemáticas agravadas de grupos minoritarios con alguna capacidad diferente, grupos indígenas o de diversidad sexual, etc., encontramos que, de acuerdo con la ENSU (2023) el 59.1% de la población mexicana considera inseguro vivir en su ciudad, el 56.8% piensa que la situación empeorará y 48.1% de la población se vio en necesidad de cambiar su estilo de vida en 2023 debido a la inseguridad.

No suficiente con estas cifras, a ellas se suma que, si alguno de nosotros tuvo el infortunio de ser tocado por estas situaciones y pertenece al pequeño porcentaje que denuncia, se topa con: el servidor público que levanta un acta, la doctora que activa el protocolo ante un abuso sexual, el policía que acude al llamado de la denuncia, la maestra que recibe a un niño golpeado, etc. estas personas se encuentran también empapados en su propia historia, las más de las veces llenas de violencia por lo que se genera una atmósfera de complicidad, indiferencia y un efecto de bola de nieve que parece aplastarnos irremediablemente.

Apoyo terapéutico

El trabajo terapéutico asemeja una cirugía, al igual que el médico, el terapeuta debe localizar el dolor del consultante y comprenderlo dejando al desnudo la vulnerabilidad que le aqueja para poder desdibujar el dolor y anexar cualquier recurso que permita reescribir la historia y convertirla en algo que aporte paz, esperanza y aprendizaje al individuo a manera que logre salir adelante más fuerte y victorioso.

El reto entonces para mi profesión se encuentra en formar colegas dotados de políticas de prevención, intervención y recuperación a manera de que sean capaces de apoyar a aquellos que se han visto sumergidos en el río de dolor que produce la violencia para que logren sanar la herida. Para lograrlo es indispensable que al abordar la temática sean capaces de guardar el equilibrio entre una comprensión empática, respetuosa y reparadora que evite posicionar a aquellos que han vivido violencia evitando que caigan en un estancamiento provocado por la misma para que puedan obtener el mayor aprendizaje de la experiencia y seguir adelante con sus vidas.  Es también prioritario evitar a toda costa normalizar este tipo de situaciones que no debieran suceder jamás en la vida de ningún ser humano.

Practicum 2024

Conscientes de la importancia de este tema, el trabajo de Crisol durante marzo se encuentra enfocado a reunir a un grupo de especialistas que guíen a alumnos y terapeutas para que logren estar preparados ante este tipo de situaciones que, lamentablemente, cada día vemos con más frecuencia en nuestra práctica terapéutica.

El presente artículo forma parte del Boletín: febrero 2024. Prácticas Dialógicas: del trauma a la transformación. Boletín Crisol. Año 1, Vol. 1.

Terapia Familiar

Acerca de la autora

Elena Portas Pastrana es psicóloga.

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